“Puedo hacer todo con facilidad en el escenario, mientras que en la vida real me siento muy grande y torpe… no he elegí actuar… La actuación me eligió a mi”

lunes, 9 de abril de 2012

A puerta cerrada - En el Timbre 4 de Boedo


El teatro Timbre 4 –que dirige Claudio Tolcachir– recibió al francés Serge Nicolaï, uno de los referentes del Théâtre du Soleil, que creó Ariane Mnouchkine, una de las figuras más importantes del teatro contemporáneo mundial. 
Nicolaï llegó a Buenos Aires con una versión de la obra A puerta cerrada, de Jean-Paul Sartre, una de las piezas teatrales más famosas del autor francés, ya que en ella expone varias ideas de la filosofía existencialista. La obra –interpretada por Maday Méndes, Josefina Pieres, Franz David Toro y Daniel Cabot, actores que el director seleccionó en un curso de entrenamiento actoral– es un texto complejo, fundamentalmente discursivo y que interpela al espectador en el acto de ver el espectáculo. A medida que avanza la acción, el público sentirá con fuerza y en su propio cuerpo la opresión que viven los personajes.
Pero, ¿de qué trata esta acción opresiva? Sartre eligió a tres personajes que, luego de morir, se encuentran en un mismo cuarto, cerrado y que siempre tiene la luz encendida. Garcin es un periodista, Inés una empleada postal y Estelle una mujer mundana y rica. El espacio escénico no contará con más que tres personajes y tres sillas, además de un mozo que les será una ambigua guía sobre el lugar donde se encuentran. En esa situación, estas tres personas tendrán una eternidad para vivir siempre con los ojos abiertos y, así, redimirse. 
Una de las ideas centrales de Sartre en esta obra es que el infierno es vivir la propia existencia sin interrupción, ni siquiera para parpadear. Si en la vida terrenal las personas pueden cerrar los ojos y omitir sus realidades más oscuras, en el infierno tendrán que soportarse para siempre. Así lo deja claro Garcin, cuando se da cuenta de que no puede parpadear y se pregunta: “¿Pero cómo podré soportarme?” Como son tres personajes, una vez que cada uno de ellos recupere su individualidad, deberá, después, recuperar su función social y tratar de vincularse con el otro. 
Con tantas interpretaciones e ideas latentes, es difícil encontrar el conflicto en escena. Los personajes gritan, confiesan sus miserias, tratan de negociar, encontrar una forma de salvarse, se desbordan y después todo vuelve a pensar.   
Nicolaï apuesta a la dirección de actores para representar A puerta cerrada. En su trabajo, se nota el predominio de la corporalidad y el trabajo colectivo, un acierto para una obra con tanto sentido connotativo. Aunque al principio se notan ciertas actuaciones desnaturalizadas y un tanto estereotipadas, con el avance de la acción, la interpretación se vuelve más verdadera y comprometida. 
Al final, es inevitable que el espectador salga del teatro lleno de preguntas. ¿Hay que culpar al sistema que nos formó así? ¿Tuvimos la libertad de elegir? ¿Nos hicimos cargo de nuestras acciones? Sartre le dice a su público que nadie puede salvarse solo; si se mueve uno, se mueven los demás.<
 

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